martes, 19 de octubre de 2010

Istria, la mediterránea

Estoy escribiendo desde la ventana de mi hotel en Pula, Istria-Croacia.

Y no sé cómo describir la sensación que me embarga en este momento. Las pequeñas barcas entran en el puerto para traer la pesca de la tarde. Los pescadores llegan con parsimonia mientras el sol baña de dorados los pinares que se ven a lo lejos.
Admito que me he enamorado de esta península adriática, y que posiblemente se convierta en uno de mis lugares favoritos.
Ya he estado en Croacia, en la continental, de Zagrev a Varazdin, pasando por viñedos y festivales. Pero estar mirando al mar mientras cientos de pinos salpican mi visión es algo que me ha cautivado.
Sólo he pasado unos días disfrutando de la temporada de la trufa. He estado comiendo ese preciado y escaso bien blanco que engalana la mesa de los sibaritas, o como yo, de aquellos simples mortales que desean saborear un buen plato de sencilla pasta hecha en casa o un revuelto salteado. Platos sin más pretensiones que hacer que el paladar disfrute, llenándolo de vinos malvasía.
Pero más allá de esto, las playas de cantos blancos contrastan con el esmeralda del agua que me hacen pensar en una vida diferente. En una, quizás mejor, donde los antiguos romanos disfrutaban de ellas sin más problemas que mirar la inmensidad del mar Adriático y los frondosos pinares salpicados por sus villas.
Por ello, yo voy a apagar el ordenador y voy a dejar que mis ojos se pierdan con la dorada luz del sol y los pinares que rodean las pequeñas bahías.

jueves, 14 de octubre de 2010

Belgrado moderno


Acabo de llegar de Serbia y no es fácil hablar de las sensaciones que me ha producido un país tan lleno de posibilidades, pero con un montón de cosas por hacer.
Belgrado es una ciudad relativamente moderna, que aunque con una gran historia tras de si, y no poca, se ha centrado en venderse como una capital moderna y suficientemente interesante para poder disfrutar del arte y locales de moda.
La gente joven camina corriendo de un lugar para el otro, como exibiendo que no ocurre nada, centrando su vida en entrar en los cafés para tomar algo. Pero hay que tener en cuenta que el sueldo medio de un singidunense no sobrepasa los 600 euros y en la mayoría de las veces llega a los 300, pero en el momento que sus pies pisan las vías de esta viva ciudad se transforman en personas que no tienen miedo al mañana y viven el presente de manera más intensa que cualquier otro país. Lo llevan en la sangre, pues por muchos años, no sabían que podía ocurrir al día siguiente y el hoy era lo principal.
Los locales son incontables, el trato a la gente impecable y sobre todo, para nosotros españolitos medio, barato. Para que os hagáis una idea, una cerveza (dependiendo del local) no sobrepasa los 200 dinares serbios. Hablamos de algo menos de 2 euros. O un Chivas Regal, 350 dinares. Por no hablar de la comida, que es muy barata y de muy buena calidad.
Belgrado es una ciudad fácil. No hay que olvidar que es “plana”, lo que quiere decir sencilla de caminar y segura, muy segura. Para ellos, el robar es muy feo, humillante y una mancha innecesaria en su currículo, haciendo al visitante muy apetecible pasear a cualquier hora del día o la noche.
Por eso, salir de fiesta por allí es indispensable y seguro. Además, en las dos orillas del bello rio Danubio, muchos embarcaderos y casas donde se guardaban los aperos de trabajo se han transformado en locales de moda, restaurantes visitables y diversión asegurada a cada minuto. Por su vida de fiestas, festivales culturales y lugares para vivirlos a tope.
Belgrado es una ciudad para disfrutar.
http://visitabelgrado.es